Cuando en 1994 Fernando Trueba recibió el Oscar a la mejor película de
habla no inglesa por Belle Époque y,
en su discurso de agradecimiento, vino a
decir que Billy Wilder era Dios, yo ya conocía a Billy Wilder pero no
tenía muy claro si era digno de semejante halago. Con el paso del tiempo, he
ido dándome cuenta de que Trueba no
pudo estar más acertado esa noche y que, incluso, se pudo quedar corto. Billy
Wilder fue un genio y muchas de sus películas deberían ser de obligado
visionado para cualquiera que se considere “cinéfilo” o “amante del cine”
porque sin ver películas como El Crepúsculo
de los Dioses o Perdición, la visión que alguien pueda tener de la historia del
cine es absolutamente incompleta.
La vida de Walter Neff (Fred MacMurray), un agente de
seguros de Los Ángeles, cambia el día que llega a la casa de un cliente y
conoce a su mujer, Phyllis Dietrichson
(Barbara
Stanwyck). Desde que la ve, cae rendido a sus pies, de tal manera que
no tardarán en urdir juntos un plan para deshacerse del marido de Phyllis y, de paso, cobrar una
sustanciosa indemnización.
Perdición es cine
negro de manual, no en vano, a esta película se la considera como uno
de los mejores ejemplos de este género en los años 40 gracias, también, a la
interpretación de Barbara Stanwyck, cuya femme
fatale sirvió de referencia para muchas otras que vinieron después.
Quiero detenerme en este punto y centrarme en el concepto de la femme
fatale. Aprovechando que el 25 de
Noviembre se ha conmemorado el Día Internacional de la Eliminación de la
Violencia contra la Mujer, quiero dejar mi reflexión sobre la importancia
que tiene el cine en la elaboración de la imagen que se tiene de las mujeres y,
ya que he visto una película en la que aparece uno de los prototipos femeninos
más repetidos en el cine, me voy a servir de él para hacerlo.
Una femme fatale es una mujer
que se sirve de su sexualidad para embaucar a los hombres y hacer con ellos lo
que le plazca. La femme fatale tradicional suele ser seductora, fría, calculadora
y, sobre todo, muy inteligente, y nos la suelen presentar en contraposición a
otra mujer, quien, además de ser también hermosa pero sin el halo sexual que
envuelve a la femme fatale, es dulce, afectiva y suele depender de un hombre.
No deja de ser curioso que este tipo de estereotipaciones tan dañinas para la
mujer hayan estado vigentes, masivamente, hasta hace cuatro días y que, aún
hoy, no sea raro encontrarlas (no es habitual pero ocurre). Soy consciente de
que estamos hablando de una ficción, pero el cine, como arte que es, no es más
que un reflejo de la sociedad en la que se gesta esa manifestación artística y
lo que no entiendo es porque mucha gente se rasga las vestiduras viendo El Nacimiento de una nación porque
piensan que es racista (que lo es) y, sin embargo, no dicen que la inmensa
mayoría del cine clásico es machista. Sí, eran otros tiempos y, por suerte, las
mentalidades han ido cambiando pero no puedo evitar pensar que el que ciertos
estereotipos se nos hayan grabado a fuego es, en parte, por culpa del cine.
No me malinterpretéis, voy a
seguir viendo este tipo de cine siempre porque me encanta el cine clásico, adoro
el cine
negro y me fascina el concepto de la femme fatale. Lo que me
fastidia es el trasfondo que había detrás, el hecho de que se pretenda
adoctrinar diciendo que si una mujer es inteligente e independiente, es mala.
Pero, como digo, eran otros tiempos y, por suerte, la mayoría de la gente ahora
no opina que las mujeres inteligentes e independientes sean peligrosas. Y si
alguien lo opina, ajo y agua.
Sé que os acabo de soltar un
rollazo pero, por una serie de
cuestiones, estoy especialmente sensibilizada con estos temas y me apetecía hablar
de ello. Además, lo bueno de dedicarte a criticar y analizar películas es que
puedes hacerlo desde cualquier punto de vista y, a mí, hoy me pedía el cuerpo
hacerlo desde una vertiente más reivindicativa.
Dicho esto, vamos con Perdición.
Creo que una de las cosas que más me gustan de esta película es el recurso de
hacer que sea el propio protagonista el que ejerza de narrador. Billy
Wilder volverá a utilizarlo unos años después en esa obra maestra
llamada El Crepúsculo de los Dioses,
película que, además, tiene un tono muy similar a Perdición. No es la
primera vez que hablamos en el blog de películas que son narradas por sus
propios protagonistas. Sin ir más lejos, en Rebeca
pasa lo mismo, y, aunque hay gente que considera que este recurso es un error
porque da más datos del final de los que debería, a mí, me parece un acierto
precisamente por eso. Hay películas que se guardan la artillería pesada para el
final, recurriendo a efectismos o giros de guión para conseguir que el
espectador se vaya para su casa alucinando con la película que acaba de ver,
pero hay otras que consideran más importante el desarrollo que el final hasta
el punto que te cuentan como acaba la historia desde un principio para que
puedas disfrutar del viaje sin preguntar todo el rato cuando vamos a llegar. La
cuestión es que hay que ser tan grande como Wilder o Hitchcock para conseguir que esta manera
de narrar funcione.
La pareja protagonista la
componen Fred MacMurray y Barbara Stanwyck. MacMurray
siempre me ha parecido un actor un poco taciturno y no especialmente
brillante. Cuando digo poco brillante, no sólo me refiero a que a nivel
interpretativo no me parece nada del otro mundo sino que, además, es de los que
no destacan, vamos, que no te llama la atención cuando está en pantalla, pero,
en este caso, estas cualidades (o la ausencia de ellas) han sido muy
beneficiosas para la película ya que, de lo que se trataba, era de que Barbara
Stanwyck se lo comiese con patatas. Y vaya si lo hace. Especialmente
estimulante es la presencia de Edward G. Robinson. La verdad es que casi parece un crimen hacer un buen noir sin él, así que no podía faltar en
un título tan importante como Perdición.
No sé si con mi crítica reivindicativa os habrán dado ganas de ver esta
película pero, si no lo he conseguido, pensad que estamos hablando de Billy
Wilder el director de Días sin
huella, La Tentación vive arriba o
El Apartamento. Creo que con eso ya
está todo dicho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario